domingo, 16 de octubre de 2011

Insectos acechadores, y acechos de muerte.

El cuerpo del francés estaba tirado enfrente de Mark, impávido. A su lado, el mejor intento de retrato del supermercado del barrio. Claro que nadie había hecho tantos intentos de todos modos. El dolor de cabeza volvió a aparecer con un leve zumbido de fondo, como si una abeja estuviera susurrándole improperios a su cerebro. Necesitaba dormir, descansar, o simplemente parar esta locura por más de media hora.


¿Qué se suponía que debía hacer ahora? Un personaje extraño estaba tirado junto a un lugar familiar, no muy lejos de su posición actual. Recordó la profecía. Aquel sueño, su destino. Todo en sus manos. Las líneas, estaban escritas, pero debía cumplirlas para mantener el “equilibro”. ¿Qué le quería decir el destino esta vez?


Analizó los hechos. El retrato, tenebrosamente lo miraba a él, lo llamaba mientras el viento azotaba las calles de aquella inmunda ciudad. Las ropas andrajosas del francés vibraban al ritmo del aire danzante capaz de ahuyentar demonios, o traerlos.


- El supermercado – Pensó nuevamente Mark, algo lo seguía llamando. Quizás su propio inconsciente, quizás la espantosa abeja que susurraba blasfemias, quizás su destino.


Se puso en marcha en seguida, levanto en cuerpo de inmediato. Era más liviano de lo que parecía. Camino inmediatamente por su camino predilecto. El que solía tomar hace unos días para ir a buscar provisiones, pero evitando cualquier tipo de obstáculos. Desde el edificio dos giros a la izquierda, dos cuadras hacia adelante, y sobre la mano izquierda se erigía el supermercado “ Tres montañas”. El camino, aunque no muy largo, le permitió expulsar la abeja de su cabeza, y pensar. Recordar y pensar. Aunque prefería invitar a la abeja nuevamente a pasar.


martes, 11 de octubre de 2011

Arte, carbon, y muros. Arte, lapiz y papel.

Cuando las luces encandilantes se fueron, no todo se apagó. Los ojos de aquel personaje francés, quitado de una caricatura y puesto a ser un títere más en la vida de Mark Eclaeif, seguían brillando insistentemente. Poseído por demonios de salvación o perdición, el francés se movió lentamente hacia las ruinas del edificio. Busco tranquila pero atentamente por un trozo de carbón.


Mark permanecía inmóvil y temeroso. El francés encontró lo que buscaba. Ahora se dirigía hacia un trozo de pared blanca que también se encontraba en los escombros. Saco unos ladrillos destruidos y otras porquerías de encima del muro que yacía apoyado en el suelo.


El carbón se transformó en un lápiz, y el muro, en una lienzo. Los ojos de aquel fenómeno extraño seguían brillando fuertemente. Con cada trazo, los ojos aumentaban su brillo. Mark se acercó y miró el muro por arriba del hombro del francés. Este se dio vuelta, y con su simple vista penetró en el alma de Mark. Sintió que su cuerpo se petrificaba y su corazón dejaba de latir cuando la mirada del francés impacto de lleno con sus propios ojos. Pero instantáneamente el francés se concentró nuevamente, y siguió con su dibujo.


Al cabo de diez minutos había terminado. Mark aún estaba allí, sentado en el compartimiento trasero de un auto que se encontraba allí circunstancialmente. El francés se levantó, para luego agacharse y levantar consigo su obra de arte. Lo miro nuevamente a Mark, por segunda vez en su día, su corazón pego un salto.


-¡ El mercado, es el supermercado del barrio! - No pudo contener sus palabras. Observo al francés en busca de otra de aquellas sensaciones adictamente espantosas. Pero esta vez solo encontró una persona, cayéndose de rodillas y desplomandose al lado de su arte, inconsciente. Ahora, todo estaba en manos de Mark, cuando nunca había dejado de estarlo.