domingo, 4 de marzo de 2012

Luces y camaras lentas. ¡Acción!

Todavía mareado Félix intentaba ponerse de pie, arrastrándose hacia arriba por una pared, mientras con su mano izquierda tanteaba el vidrio incrustado en su brazo derecho. No sabía cómo se había lastimado, pero lo único que dedujo es que no le gustaba saltar de vórtice en vórtice, ya que lo que se encontraba del otro lado era sumamente extraño y, por algún motivo, siempre un poco hostil. En este caso era algo así como la Segunda Guerra Mundial. Abrió los ojos previamente cerrados por el dolor, y vio a través de un gran ventanal tanques, hombres, y armas batiéndose a un duelo a muerte, en un callejón angosto, que solo tenía una dirección: la muerte. A su lado Mark ya estaba de pie, pero el viejo seguía inconsciente.


En el edificio de enfrente un pelotón de artillería corría desesperadamente buscando posiciones estratégicas. Un rezagado, viro la cabeza para contemplar el panorama. A su alrededor la sangre brincaba trágicamente, pero sus ojos no lagrimeaban, ni transmitían una pequeña reminiscencia de piedad. Incluso, esos mismos ojos fueron capaces de ver al extraño grupo de Mark incorporándose desde la ventana. Poco tiempo paso entre que se arrodilló, y apunto el lanzacohetes hacia Mark, quien en estado de pánico no reacciono suficientemente rápido, y las órdenes de desenfundar las Mágnum fueron demasiado lentas.


Una vez más estaban perdidos, el tiempo pasaba cada vez más lento. Las pistolas no salían de sus fundas, pero el artillero tampoco abría fuego ante ellos. Los nervios de Mark eran capaces de producir ataques cardio-respiratorios, pero siguió vivo intentando defenderse, en un mundo en cámara lenta.


domingo, 11 de diciembre de 2011

Escrito en Tardes de Lluvia

“Otra nueva dirección” fue lo único que seguía revoloteando en su cabeza. Los disparos atravesaban el toldo, las llamas invocaban demonios a su alrededor, pero él seguía paralizado.

El viejo había vuelto en sí, sus ojos ya no brillaban. Ahora Mark lo miraba curiosamente, e intento decirle unas palabras vanas, para verificar su estado. Hizo extraños gestos incesantemente. Mark dedujo, a pura lógica lo que quería decir. Su mano se movía por su boca y hacía gestos negativos. No podía hablar. Su mano se movió rápidamente hacia su oído. No podía escuchar. Sin dudas, un panorama desalentador.

Miró afuera contemplando el campo de batalla, y trazando un plan. No había planes para trazar. Había que actuar inmediatamente. La batalla se había igualado. La sangre corría para los dos lados. Diviso la carpa a la que debía ir. El francés, mientras tanto, se estaba reincorporando luego de haber sido abandonado por ese espíritu divino que lo inspiraba a pintar salvaciones.

La mejor idea, en realidad, aquella que apareció más rápido en la mente de Mark, fue ejecutada de inmediato. La culata de la Magnum impactó en la cabeza del anciano. Mark planeaba llevárselo consigo desmayado. Aun no estaba seguro por qué, pero sabía que, si sus ojos brillaban, y le había indicado una ruta, algo tenía que ver con todo ese enredado asunto.

El cuerpo debilitado se desplomo en el suelo, y una vez allí fue alzado por Mark. Nuevamente miro hacia la carpa, que se encontraba detrás de las líneas francesas. Sin embargo, su compañero de similar procedencia estaba cubierto por la defensiva de los Natchez.

Una carrera pobre, con el cuerpo a cuestas. Casi 30 segundos. No podía darse ese lujo al momento de llegar a su toldo objetivo. Llego con pocas energías al lado del francés. Deposito al anciano en el suelo, y a gachas se dirigió a Félix. Le indico el lugar a donde debían ir. No dijo palabras. Lo dejo todo implícito con una mirada, solamente cuando deposito la Kalashnikov en manos de Félix. El francés lo miro a los ojos, casi rogando que no se lo estuviera pidiendo en serio. Aun así, Mark insistió. Félix trago saliva, y asintió con los ojos llorosos.

Mark levanto al anciano nuevamente, y lo puso sobre su hombre izquierdo. Su mano derecha sostenía uno de los dos revólveres. Al mismo momento, los hombres se movieron felinamente a través del campo.

Intentaron mantenerse al borde de toda batalla. Félix decidió tomar la delantera generosamente, ya que su compañero cargaba con un peso adicional. Corrían bajo fuego enemigo mientras disparaban. Por poco no era un suicidio. Por poco no lo fue. Atravesaron las líneas francesas con sus espaldas apuntando hacia una fila de toldos. Atrajeron la atención de todos. Pero un nuevo cañonazo oportuno desbarato, desafortunadamente para los franceses, las filas hostiles. Aprovechando la oportunidad, Mark y Félix saltaron dentro de la carpa dibujada.

Se levantaron quitándose el polvo de encima. El destino toco la puerta. Un disparo silbo cerca del oído de Mark. Un portal se abrió en el extremo del toldo. Mark, no se preguntó a donde iba, solo quería irse de allí. Se abalanzo sobre la puerta al infierno.

Curiosamente, en el infierno había agua. Agua que caía de arriba. El barro se formaba. Hombres vestidos de verde y gris se revolcaban en él, y se cubrían detrás de bancos de tierra. Edificios a su alrededor, cubriendo con sus sombras las calles sin pavimentar. Disparos allí nuevamente. El destino estaba escrito en tardes de lluvia. En tardes de un 10 de Junio de 1944, cuando los británicos intentaban retomar Caen de las manos de los alemanes.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Natchez ardientes.

Los cien metros más largos de su vida tuvo que recorrer Mark, por más que a Félix le parecieron los más cortos. Probablemente, debido a la desesperación en el primer individuo, y el entusiasmo en el segundo.


Encontrándose a unas zancadas de la aldea, Mark pensó la mejor forma de entrar. La tribu estaba edificada en círculo, entorno a un punto central en el medio de la misma. Sin embargo, había algunos refugios un poco más rezagados, y algún que otro cerco, en donde guardaban animales cimarrones capturados, que interrumpía la sucesión de tiendas. La mente de Mark divago entre las ideas de rodear la tienda y saltar en medio de la pelea, o rodear la tienda y apostarse en algún recoveco mientras disparaba. Sin embargo, un impulso divino dentro de él le dijo que intentara atravesar la frágil estructura de tela. Desde la parte superior de la tienda, el fuego contemplaría sus acciones.


Las telas acompañaron el cuerpo de Mark quizás medio metro, y luego se escurrieron por sus hombros, volviendo a su posición original, sin siquiera hacer temblar a la estructura ardiente. Mark esbozó una pequeña sonrisa diabólica, aunque rápidamente borrada por el humo en la habitación. Allí adentro encontró lo obvio dentro de cualquier refugio, pero también encontró cadáveres, y llantos de criaturas al lado de los mismos. Contuvo su parte humana, y se concentró en la batalla. Dejo las lágrimas para después.


Desde adentro vio un panorama aterrorizante. Hombres siendo masacrados sin siquiera estar armados, mujeres corriendo con sus hijos a cuestas, torturas fáciles pero dolorosas. Pero no se podía siquiera comparar con lo que se podía ver desde afuera.


-Manos a la obra – Pensó Mark, mientras interrumpía la carrera de dos hombres con mosquetes que ahuyentaban a mas aborígenes, a fuerza de disparos. Inmediatamente, otro uniformado diviso su presencia, y apunto en su dirección. – Otro menos – Otro pensamiento surco la mente de Mark, mientras ejecutaba el tercer disparo.


Puso sus dos brazos en el aire, levanto sus hombros hasta cubrir su cara, protegiéndola de el polvillo, la ceniza, y la sangre, y siguió asesinando asesinos.


Félix, aunque apoyaba a los franceses mentalmente, seguía físicamente imparcial, detrás de unas maderas oportunas que le servían de escondite. De repente, una luz irradio en sus ojos, y perdiendo conciencia se acercó a el cadáver más cercano. Con su dedo índice en la herida, mojo su yema en sangre, y empezó a realizar una pintura en la tela del toldo que había caído sobre la tierra debido al ajetreo de la lucha.


Dos balas quedaban entre ambas pistolas, según las matemáticas de Mark. Giro la cabeza obteniendo una vista panorámica. A pesar de haber matado solo unos 10 hombres, parece que generó la suficiente cobertura como para que los Natchez reaccionaran. Busco un lugar donde recargar. No hubo demasiado tiempo. Un cañón apostado en la cima de la colina del Este disparo a unos metros de su existencia. La fuerza del impacto contra el suelo, hizo volar a Mark unos metros hacia la dirección de otra tienda. Nuevamente, atravesó gentilmente sus telas, y cayo adentro. Le tomo cerca de un minuto volver a reincorporarse y ver, que a unos simples pasos, un anciano con los ojos luminosos se encontraba sentado allí. Su brazo se extendía por sobre su pecho, e indicaba con sus dedos una pobre dirección. Mark giro intuitivamente, aun dañado por el golpe.


Siguiendo el trayecto del brazo, Mark miro a través de la entrada al toldo, como Félix Renard levantaba la tela de la tienda pintada en rojo, que contenía un vago dibujo de una tienda en particular, de esa misma aldea.


- Otro nuevo dibujo, otra nueva dirección- Pensamientos que pasaron fugazmente por su cerebro.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Aún en planicias verdes...

Su cuerpo se perdió en el portal, con el peso muerto del francés en su hombro.


Mark, ahora, estaba en una colina color verde fantasía. Ese verde solo visto en videojuegos, películas, o también en la inmensa llanura de Misisipi. En realidad, allí estaba él, junto con su compañero francés, el cual lentamente empezó a tomar conciencia debido a el ajetreo de la situación.


Desde la colina se veía aun sangre y desesperación. Una masacre. Una verdadera masacre. Niños, mujeres, ancianos. Nada parecía importarle a los uniformados que ejecutaban este vergonzoso ataque. Mark, de todos modos, seguía sin comprender.


- Los Natchez… ¿Es posible? – Balbuceo el francés dando cuenta de su reincorporación mental.


- ¿Qué? ¿Vos sabes qué es esto? En cierto modo, tenés que saberlo, vos me trajiste y después te… desmayaste.


- ¿Yo te traje acá? No, yo solo… no recuerdo. Lo último fue que estaba en mi estudio de arte, aparecí de alguna forma con vos, y después…


- No… No importa. Decime que es esto rápido. – Interrumpió Mark. Obviamente la masacre lo estaba poniendo nervioso. Los agudos gritos jóvenes dañaban su oído y conciencia, solo con su condenada presencia.


- Si no me equivoco, es la masacre de los Natchez. Una tribu de… Misisipi. Los franceses, nuestra gente, se vengó de ellos porque se atrevieron a rebelarse contra su autoridad. Lo hicieron tanto ideológica como militarmente. Finalmente, un contra-ataque de los franceses les dio lo que se merecían. – Pronunciaba, hasta con cierto gusto sus palabras, mientras los primeros fuegos empezaban a encender en las tiendas inocentes de la tribu Natchez.


- Esperame acá. Debes estar mareado, quédate tranquilo, pero yo no me puedo quedar mirando como un perturbado. – Palabras hirientes contra el francés por detrás de frases morales.


Félix Renard ignoró por completo las palabras de Mark y siguió sus pasos. Mark sin notarlo continuaba corriendo la colina cuesta abajo, guardando la Kalashnikov en su espalda y desenfundando los dos revólveres.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Agujeros-eco

Muchas cosas pasaron por su mente. Ninguna el suficiente tiempo para visualizarlas. Su niñez, su adolecencia, la muerte de su padre, incluso su trabajo para la compañia, actualmente, innombrable. En verdad, el camino se hizo corto. Su mente tenia mas nervios que preocupaciones, aunque resultaba extraño debido al raro momento que estaba pasando.
El cuerpo del frances resultaba ligero. Pero la imagen del supermercado " Las Tres Montañas " era pesado. Habia quedada tatuada en la mente de Mark, y fielmente interrumpia sus pensamientos.
Ultimo giro a la izquierda. Solo media cuadra mas.
Mark se ponia mas tenso, proporcionalmente a la distancia que habia entre él y el porton amarillo del supermercado. El sudor frio en su cuerpo presenció lo que paso despues.
Arribo a su destino, incluso entro facilmente. Pero los disparos complicaron el panorama. Un grupo de vietnamitas, tal cual se veian en peliculas de accion, se aproximaban a el blandiendo las famosas AKs-47. Mark se arrojo como pudo detras de la caja de cobro rapida. " Embarazadas Primero" decia el cartel. El frances quedo despatarrado, pero a cubierto.
A la Kalashnikov le tomo 2 segundos deslizarse por el antebrazo de Mark, ayudada por su mano izquierda. Fuego.
La cobertura le daba ventaja, y en grande. Facilmente se libro de los que iban a la cabeza del grupo, pero los que estabas detras, tuvieron suficiente tiempo para esconderse detras de las paredes. El escenario era cada vez mas belico y complicado. Ni siquiera pensar lo que los ruidos podrian llegar a atraer.
No le costo mucho a Mark entender que era su fin. Desganado disparo unas veces mas. Cerro los ojos, y murmuro unas palabras dirigidas a su Dios.
Un agujero-eco se abrio a mitad de supermercado, a unos 2 o 3 pasos de él. No creia su suerte, aunque no fuera suerte, sino profecia. Un deja-vu vino a su mente. Él, en el supermercado, un agujero-eco que nuevamente implicaba su salvacion. Ultimamente, el destino manejaba su vida, aunque en menos tiempo del que esperaba, el mismo tendria que hacerse valer.

domingo, 16 de octubre de 2011

Insectos acechadores, y acechos de muerte.

El cuerpo del francés estaba tirado enfrente de Mark, impávido. A su lado, el mejor intento de retrato del supermercado del barrio. Claro que nadie había hecho tantos intentos de todos modos. El dolor de cabeza volvió a aparecer con un leve zumbido de fondo, como si una abeja estuviera susurrándole improperios a su cerebro. Necesitaba dormir, descansar, o simplemente parar esta locura por más de media hora.


¿Qué se suponía que debía hacer ahora? Un personaje extraño estaba tirado junto a un lugar familiar, no muy lejos de su posición actual. Recordó la profecía. Aquel sueño, su destino. Todo en sus manos. Las líneas, estaban escritas, pero debía cumplirlas para mantener el “equilibro”. ¿Qué le quería decir el destino esta vez?


Analizó los hechos. El retrato, tenebrosamente lo miraba a él, lo llamaba mientras el viento azotaba las calles de aquella inmunda ciudad. Las ropas andrajosas del francés vibraban al ritmo del aire danzante capaz de ahuyentar demonios, o traerlos.


- El supermercado – Pensó nuevamente Mark, algo lo seguía llamando. Quizás su propio inconsciente, quizás la espantosa abeja que susurraba blasfemias, quizás su destino.


Se puso en marcha en seguida, levanto en cuerpo de inmediato. Era más liviano de lo que parecía. Camino inmediatamente por su camino predilecto. El que solía tomar hace unos días para ir a buscar provisiones, pero evitando cualquier tipo de obstáculos. Desde el edificio dos giros a la izquierda, dos cuadras hacia adelante, y sobre la mano izquierda se erigía el supermercado “ Tres montañas”. El camino, aunque no muy largo, le permitió expulsar la abeja de su cabeza, y pensar. Recordar y pensar. Aunque prefería invitar a la abeja nuevamente a pasar.


martes, 11 de octubre de 2011

Arte, carbon, y muros. Arte, lapiz y papel.

Cuando las luces encandilantes se fueron, no todo se apagó. Los ojos de aquel personaje francés, quitado de una caricatura y puesto a ser un títere más en la vida de Mark Eclaeif, seguían brillando insistentemente. Poseído por demonios de salvación o perdición, el francés se movió lentamente hacia las ruinas del edificio. Busco tranquila pero atentamente por un trozo de carbón.


Mark permanecía inmóvil y temeroso. El francés encontró lo que buscaba. Ahora se dirigía hacia un trozo de pared blanca que también se encontraba en los escombros. Saco unos ladrillos destruidos y otras porquerías de encima del muro que yacía apoyado en el suelo.


El carbón se transformó en un lápiz, y el muro, en una lienzo. Los ojos de aquel fenómeno extraño seguían brillando fuertemente. Con cada trazo, los ojos aumentaban su brillo. Mark se acercó y miró el muro por arriba del hombro del francés. Este se dio vuelta, y con su simple vista penetró en el alma de Mark. Sintió que su cuerpo se petrificaba y su corazón dejaba de latir cuando la mirada del francés impacto de lleno con sus propios ojos. Pero instantáneamente el francés se concentró nuevamente, y siguió con su dibujo.


Al cabo de diez minutos había terminado. Mark aún estaba allí, sentado en el compartimiento trasero de un auto que se encontraba allí circunstancialmente. El francés se levantó, para luego agacharse y levantar consigo su obra de arte. Lo miro nuevamente a Mark, por segunda vez en su día, su corazón pego un salto.


-¡ El mercado, es el supermercado del barrio! - No pudo contener sus palabras. Observo al francés en busca de otra de aquellas sensaciones adictamente espantosas. Pero esta vez solo encontró una persona, cayéndose de rodillas y desplomandose al lado de su arte, inconsciente. Ahora, todo estaba en manos de Mark, cuando nunca había dejado de estarlo.