lunes, 22 de agosto de 2011

Cayendo bajo, otra vez.

Reviviendo la adrenalina, el hombre corrió hasta el edificio en donde se encontraba. Subió los nueve pisos. Estaba harto de hacerlo una y otra vez, pero entendía que era necesario para su seguridad. Miro rutinariamente por la abertura. Dejo las bolsas de comida. Deposito el arco sobre la pared, aunque no lo dejaría allí por mucho tiempo.
Tenia la intención de volver a aquella condenada empresa científica. Quedaba alejada de su campamento, pero era lo único que ayudaría a resolver algo de este caos. Desde que empezaron a meterse con los ejes del espacio-tiempo sabia que algo debía salir mal. "Las cosas del destino que sean", le gustaba repetir. Ahora, mirando desde el futuro, el hombre se preguntaba que estaba antes en su mente para que creyera que debía formar parte de esa industria maldita. No era parte vital de la empresa, pero sin dudas, no se sentía enorgullecido de alentar ese tipo de trabajo.Pero el sueldo era bueno, las condiciones eran inmejorables, y poseía un estatus y una posición socialmente excelente. La idiotez de la codicia puede generar en un hombre tantas horribles intenciones.
Una explosion torturó los tímpanos del hombre. La otra mitad del edificio, aquella que estaba entera, y sin abertura voló por los aires. No pudo ver nada. Cuando el humo se disipo, el hombre había tropezado con el borde de la abertura del edificio, y empezado a caer desde el noveno piso. Boca arriba, pudo divisar un escuadrón de aviones de guerra, con el símbolo nazi a los costados. Giro, y boca abajo, el cemento inminente.

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