domingo, 11 de diciembre de 2011

Escrito en Tardes de Lluvia

“Otra nueva dirección” fue lo único que seguía revoloteando en su cabeza. Los disparos atravesaban el toldo, las llamas invocaban demonios a su alrededor, pero él seguía paralizado.

El viejo había vuelto en sí, sus ojos ya no brillaban. Ahora Mark lo miraba curiosamente, e intento decirle unas palabras vanas, para verificar su estado. Hizo extraños gestos incesantemente. Mark dedujo, a pura lógica lo que quería decir. Su mano se movía por su boca y hacía gestos negativos. No podía hablar. Su mano se movió rápidamente hacia su oído. No podía escuchar. Sin dudas, un panorama desalentador.

Miró afuera contemplando el campo de batalla, y trazando un plan. No había planes para trazar. Había que actuar inmediatamente. La batalla se había igualado. La sangre corría para los dos lados. Diviso la carpa a la que debía ir. El francés, mientras tanto, se estaba reincorporando luego de haber sido abandonado por ese espíritu divino que lo inspiraba a pintar salvaciones.

La mejor idea, en realidad, aquella que apareció más rápido en la mente de Mark, fue ejecutada de inmediato. La culata de la Magnum impactó en la cabeza del anciano. Mark planeaba llevárselo consigo desmayado. Aun no estaba seguro por qué, pero sabía que, si sus ojos brillaban, y le había indicado una ruta, algo tenía que ver con todo ese enredado asunto.

El cuerpo debilitado se desplomo en el suelo, y una vez allí fue alzado por Mark. Nuevamente miro hacia la carpa, que se encontraba detrás de las líneas francesas. Sin embargo, su compañero de similar procedencia estaba cubierto por la defensiva de los Natchez.

Una carrera pobre, con el cuerpo a cuestas. Casi 30 segundos. No podía darse ese lujo al momento de llegar a su toldo objetivo. Llego con pocas energías al lado del francés. Deposito al anciano en el suelo, y a gachas se dirigió a Félix. Le indico el lugar a donde debían ir. No dijo palabras. Lo dejo todo implícito con una mirada, solamente cuando deposito la Kalashnikov en manos de Félix. El francés lo miro a los ojos, casi rogando que no se lo estuviera pidiendo en serio. Aun así, Mark insistió. Félix trago saliva, y asintió con los ojos llorosos.

Mark levanto al anciano nuevamente, y lo puso sobre su hombre izquierdo. Su mano derecha sostenía uno de los dos revólveres. Al mismo momento, los hombres se movieron felinamente a través del campo.

Intentaron mantenerse al borde de toda batalla. Félix decidió tomar la delantera generosamente, ya que su compañero cargaba con un peso adicional. Corrían bajo fuego enemigo mientras disparaban. Por poco no era un suicidio. Por poco no lo fue. Atravesaron las líneas francesas con sus espaldas apuntando hacia una fila de toldos. Atrajeron la atención de todos. Pero un nuevo cañonazo oportuno desbarato, desafortunadamente para los franceses, las filas hostiles. Aprovechando la oportunidad, Mark y Félix saltaron dentro de la carpa dibujada.

Se levantaron quitándose el polvo de encima. El destino toco la puerta. Un disparo silbo cerca del oído de Mark. Un portal se abrió en el extremo del toldo. Mark, no se preguntó a donde iba, solo quería irse de allí. Se abalanzo sobre la puerta al infierno.

Curiosamente, en el infierno había agua. Agua que caía de arriba. El barro se formaba. Hombres vestidos de verde y gris se revolcaban en él, y se cubrían detrás de bancos de tierra. Edificios a su alrededor, cubriendo con sus sombras las calles sin pavimentar. Disparos allí nuevamente. El destino estaba escrito en tardes de lluvia. En tardes de un 10 de Junio de 1944, cuando los británicos intentaban retomar Caen de las manos de los alemanes.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Natchez ardientes.

Los cien metros más largos de su vida tuvo que recorrer Mark, por más que a Félix le parecieron los más cortos. Probablemente, debido a la desesperación en el primer individuo, y el entusiasmo en el segundo.


Encontrándose a unas zancadas de la aldea, Mark pensó la mejor forma de entrar. La tribu estaba edificada en círculo, entorno a un punto central en el medio de la misma. Sin embargo, había algunos refugios un poco más rezagados, y algún que otro cerco, en donde guardaban animales cimarrones capturados, que interrumpía la sucesión de tiendas. La mente de Mark divago entre las ideas de rodear la tienda y saltar en medio de la pelea, o rodear la tienda y apostarse en algún recoveco mientras disparaba. Sin embargo, un impulso divino dentro de él le dijo que intentara atravesar la frágil estructura de tela. Desde la parte superior de la tienda, el fuego contemplaría sus acciones.


Las telas acompañaron el cuerpo de Mark quizás medio metro, y luego se escurrieron por sus hombros, volviendo a su posición original, sin siquiera hacer temblar a la estructura ardiente. Mark esbozó una pequeña sonrisa diabólica, aunque rápidamente borrada por el humo en la habitación. Allí adentro encontró lo obvio dentro de cualquier refugio, pero también encontró cadáveres, y llantos de criaturas al lado de los mismos. Contuvo su parte humana, y se concentró en la batalla. Dejo las lágrimas para después.


Desde adentro vio un panorama aterrorizante. Hombres siendo masacrados sin siquiera estar armados, mujeres corriendo con sus hijos a cuestas, torturas fáciles pero dolorosas. Pero no se podía siquiera comparar con lo que se podía ver desde afuera.


-Manos a la obra – Pensó Mark, mientras interrumpía la carrera de dos hombres con mosquetes que ahuyentaban a mas aborígenes, a fuerza de disparos. Inmediatamente, otro uniformado diviso su presencia, y apunto en su dirección. – Otro menos – Otro pensamiento surco la mente de Mark, mientras ejecutaba el tercer disparo.


Puso sus dos brazos en el aire, levanto sus hombros hasta cubrir su cara, protegiéndola de el polvillo, la ceniza, y la sangre, y siguió asesinando asesinos.


Félix, aunque apoyaba a los franceses mentalmente, seguía físicamente imparcial, detrás de unas maderas oportunas que le servían de escondite. De repente, una luz irradio en sus ojos, y perdiendo conciencia se acercó a el cadáver más cercano. Con su dedo índice en la herida, mojo su yema en sangre, y empezó a realizar una pintura en la tela del toldo que había caído sobre la tierra debido al ajetreo de la lucha.


Dos balas quedaban entre ambas pistolas, según las matemáticas de Mark. Giro la cabeza obteniendo una vista panorámica. A pesar de haber matado solo unos 10 hombres, parece que generó la suficiente cobertura como para que los Natchez reaccionaran. Busco un lugar donde recargar. No hubo demasiado tiempo. Un cañón apostado en la cima de la colina del Este disparo a unos metros de su existencia. La fuerza del impacto contra el suelo, hizo volar a Mark unos metros hacia la dirección de otra tienda. Nuevamente, atravesó gentilmente sus telas, y cayo adentro. Le tomo cerca de un minuto volver a reincorporarse y ver, que a unos simples pasos, un anciano con los ojos luminosos se encontraba sentado allí. Su brazo se extendía por sobre su pecho, e indicaba con sus dedos una pobre dirección. Mark giro intuitivamente, aun dañado por el golpe.


Siguiendo el trayecto del brazo, Mark miro a través de la entrada al toldo, como Félix Renard levantaba la tela de la tienda pintada en rojo, que contenía un vago dibujo de una tienda en particular, de esa misma aldea.


- Otro nuevo dibujo, otra nueva dirección- Pensamientos que pasaron fugazmente por su cerebro.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Aún en planicias verdes...

Su cuerpo se perdió en el portal, con el peso muerto del francés en su hombro.


Mark, ahora, estaba en una colina color verde fantasía. Ese verde solo visto en videojuegos, películas, o también en la inmensa llanura de Misisipi. En realidad, allí estaba él, junto con su compañero francés, el cual lentamente empezó a tomar conciencia debido a el ajetreo de la situación.


Desde la colina se veía aun sangre y desesperación. Una masacre. Una verdadera masacre. Niños, mujeres, ancianos. Nada parecía importarle a los uniformados que ejecutaban este vergonzoso ataque. Mark, de todos modos, seguía sin comprender.


- Los Natchez… ¿Es posible? – Balbuceo el francés dando cuenta de su reincorporación mental.


- ¿Qué? ¿Vos sabes qué es esto? En cierto modo, tenés que saberlo, vos me trajiste y después te… desmayaste.


- ¿Yo te traje acá? No, yo solo… no recuerdo. Lo último fue que estaba en mi estudio de arte, aparecí de alguna forma con vos, y después…


- No… No importa. Decime que es esto rápido. – Interrumpió Mark. Obviamente la masacre lo estaba poniendo nervioso. Los agudos gritos jóvenes dañaban su oído y conciencia, solo con su condenada presencia.


- Si no me equivoco, es la masacre de los Natchez. Una tribu de… Misisipi. Los franceses, nuestra gente, se vengó de ellos porque se atrevieron a rebelarse contra su autoridad. Lo hicieron tanto ideológica como militarmente. Finalmente, un contra-ataque de los franceses les dio lo que se merecían. – Pronunciaba, hasta con cierto gusto sus palabras, mientras los primeros fuegos empezaban a encender en las tiendas inocentes de la tribu Natchez.


- Esperame acá. Debes estar mareado, quédate tranquilo, pero yo no me puedo quedar mirando como un perturbado. – Palabras hirientes contra el francés por detrás de frases morales.


Félix Renard ignoró por completo las palabras de Mark y siguió sus pasos. Mark sin notarlo continuaba corriendo la colina cuesta abajo, guardando la Kalashnikov en su espalda y desenfundando los dos revólveres.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Agujeros-eco

Muchas cosas pasaron por su mente. Ninguna el suficiente tiempo para visualizarlas. Su niñez, su adolecencia, la muerte de su padre, incluso su trabajo para la compañia, actualmente, innombrable. En verdad, el camino se hizo corto. Su mente tenia mas nervios que preocupaciones, aunque resultaba extraño debido al raro momento que estaba pasando.
El cuerpo del frances resultaba ligero. Pero la imagen del supermercado " Las Tres Montañas " era pesado. Habia quedada tatuada en la mente de Mark, y fielmente interrumpia sus pensamientos.
Ultimo giro a la izquierda. Solo media cuadra mas.
Mark se ponia mas tenso, proporcionalmente a la distancia que habia entre él y el porton amarillo del supermercado. El sudor frio en su cuerpo presenció lo que paso despues.
Arribo a su destino, incluso entro facilmente. Pero los disparos complicaron el panorama. Un grupo de vietnamitas, tal cual se veian en peliculas de accion, se aproximaban a el blandiendo las famosas AKs-47. Mark se arrojo como pudo detras de la caja de cobro rapida. " Embarazadas Primero" decia el cartel. El frances quedo despatarrado, pero a cubierto.
A la Kalashnikov le tomo 2 segundos deslizarse por el antebrazo de Mark, ayudada por su mano izquierda. Fuego.
La cobertura le daba ventaja, y en grande. Facilmente se libro de los que iban a la cabeza del grupo, pero los que estabas detras, tuvieron suficiente tiempo para esconderse detras de las paredes. El escenario era cada vez mas belico y complicado. Ni siquiera pensar lo que los ruidos podrian llegar a atraer.
No le costo mucho a Mark entender que era su fin. Desganado disparo unas veces mas. Cerro los ojos, y murmuro unas palabras dirigidas a su Dios.
Un agujero-eco se abrio a mitad de supermercado, a unos 2 o 3 pasos de él. No creia su suerte, aunque no fuera suerte, sino profecia. Un deja-vu vino a su mente. Él, en el supermercado, un agujero-eco que nuevamente implicaba su salvacion. Ultimamente, el destino manejaba su vida, aunque en menos tiempo del que esperaba, el mismo tendria que hacerse valer.

domingo, 16 de octubre de 2011

Insectos acechadores, y acechos de muerte.

El cuerpo del francés estaba tirado enfrente de Mark, impávido. A su lado, el mejor intento de retrato del supermercado del barrio. Claro que nadie había hecho tantos intentos de todos modos. El dolor de cabeza volvió a aparecer con un leve zumbido de fondo, como si una abeja estuviera susurrándole improperios a su cerebro. Necesitaba dormir, descansar, o simplemente parar esta locura por más de media hora.


¿Qué se suponía que debía hacer ahora? Un personaje extraño estaba tirado junto a un lugar familiar, no muy lejos de su posición actual. Recordó la profecía. Aquel sueño, su destino. Todo en sus manos. Las líneas, estaban escritas, pero debía cumplirlas para mantener el “equilibro”. ¿Qué le quería decir el destino esta vez?


Analizó los hechos. El retrato, tenebrosamente lo miraba a él, lo llamaba mientras el viento azotaba las calles de aquella inmunda ciudad. Las ropas andrajosas del francés vibraban al ritmo del aire danzante capaz de ahuyentar demonios, o traerlos.


- El supermercado – Pensó nuevamente Mark, algo lo seguía llamando. Quizás su propio inconsciente, quizás la espantosa abeja que susurraba blasfemias, quizás su destino.


Se puso en marcha en seguida, levanto en cuerpo de inmediato. Era más liviano de lo que parecía. Camino inmediatamente por su camino predilecto. El que solía tomar hace unos días para ir a buscar provisiones, pero evitando cualquier tipo de obstáculos. Desde el edificio dos giros a la izquierda, dos cuadras hacia adelante, y sobre la mano izquierda se erigía el supermercado “ Tres montañas”. El camino, aunque no muy largo, le permitió expulsar la abeja de su cabeza, y pensar. Recordar y pensar. Aunque prefería invitar a la abeja nuevamente a pasar.


martes, 11 de octubre de 2011

Arte, carbon, y muros. Arte, lapiz y papel.

Cuando las luces encandilantes se fueron, no todo se apagó. Los ojos de aquel personaje francés, quitado de una caricatura y puesto a ser un títere más en la vida de Mark Eclaeif, seguían brillando insistentemente. Poseído por demonios de salvación o perdición, el francés se movió lentamente hacia las ruinas del edificio. Busco tranquila pero atentamente por un trozo de carbón.


Mark permanecía inmóvil y temeroso. El francés encontró lo que buscaba. Ahora se dirigía hacia un trozo de pared blanca que también se encontraba en los escombros. Saco unos ladrillos destruidos y otras porquerías de encima del muro que yacía apoyado en el suelo.


El carbón se transformó en un lápiz, y el muro, en una lienzo. Los ojos de aquel fenómeno extraño seguían brillando fuertemente. Con cada trazo, los ojos aumentaban su brillo. Mark se acercó y miró el muro por arriba del hombro del francés. Este se dio vuelta, y con su simple vista penetró en el alma de Mark. Sintió que su cuerpo se petrificaba y su corazón dejaba de latir cuando la mirada del francés impacto de lleno con sus propios ojos. Pero instantáneamente el francés se concentró nuevamente, y siguió con su dibujo.


Al cabo de diez minutos había terminado. Mark aún estaba allí, sentado en el compartimiento trasero de un auto que se encontraba allí circunstancialmente. El francés se levantó, para luego agacharse y levantar consigo su obra de arte. Lo miro nuevamente a Mark, por segunda vez en su día, su corazón pego un salto.


-¡ El mercado, es el supermercado del barrio! - No pudo contener sus palabras. Observo al francés en busca de otra de aquellas sensaciones adictamente espantosas. Pero esta vez solo encontró una persona, cayéndose de rodillas y desplomandose al lado de su arte, inconsciente. Ahora, todo estaba en manos de Mark, cuando nunca había dejado de estarlo.


sábado, 24 de septiembre de 2011

Vestimentas, artefactos, idiomas, y misterios.

Cayo sobre sus antiguas amigas, las calles de la ciudad aquella ciudad maldita. Incluso en frente de aquel edificio totalmente destruido por los ataques aereos nazis, que él solía usar como refugio. Confundido, pero no lo suficiente para desorientarse, se reincorporo. La confusion aumento desmedidamente. Un hombre, de aspecto extraño, se presentaba ante él. Tenia un tinte de perdido, de loco, de surreal. Pelo largo hasta la base de su cuello, ojos palpitantes, atentos, pero, Mark sabia que no estaban cuerdos. La vestimenta que usaba, igual de desalineada que su dueño. Arapos, y colgajos de tela superpuestos, con una gama de colores tierra. Marrones, naranjas, y rojo su cinturon. Hecho de tela, dejaba dos tiras del mismo volar y danzar al compas del endemoniado aire. Tambien diviso piel. No estaba seguro de que. Aunque antes cazaba, no estaba seguro que piel era. Podrian llegar a decirle que era de un labrador comun, y el se lo tragaria sin disentir. Estaba dispuesta para disimular una especie de hombrera, que le daba una vuelta completa a su torso, en orientacion oblicua. Mangas largas eran detenidas por unas placas de metal que cubrian su antebrazo. Raro, extraño... todo.
-¿ Que es esto ? - dijo aquel fenómeno, sorprendentemente calmado - Donde... ¿ Donde estamos ?
Frances penso Mark, pero, no hablaba frances. Lo distinguió por su acento. Pero, tampoco hablaba ingles, ni ningun otro idioma comun. Aun asi, le entendia perfectamente. Se cuestinaba porqué distinguió su acento. ¿ Seguía soñando ?
- ¿ Donde estamos, tu sabes donde estamos ? - Aulló aquel hombre pirado. Su tono empezaba a subir, al igual que la deseperacion. Ni siquiera parecia de este tiempo.
¡ Su atuendo ! Era el mismo al que el de el francés. Mas bien, similar. Él encontraba armadura en el suyo, armas, incluso encontro el rifle Kalashnikov en su espalda. Una cimitarra colgaba de su cinturon, el cual no era de tela.
- ¡DIME! Tu sabes donde estamos ¡ DIMELO ! - Grito, en tono imperioso y amenazador.
No. Su mente no reaccionaba. Mark seguia demasiado confundido como para atender a aquel idiota gritón. Ahora debia descifrar que estaba sucediendo. Miro nuevamente a su cinturon. Un sello extraño estaba alojado en el medio de aquella tira de cuero. Incluso, pudo sacar el sello. Era de piedra, tenia hendiduras en el borde, 5 para ser exacto. En el centro un simbolo extraño. Una Y griega, pero con las lineas alargadas, formando una especie de X. Ni una idea surco su mente. No podia relacionar aquellas cosas con nada. Al menos por ahora.
El frances se abalanzo sobre el con ojos desorbitados. Aquellos ojos lo perseguirian en pesadillas. Sin pretenderlo, Mark posiciono sus 5 dedos en las hendiduras de el sello. El simbolo sobresalió, una luz se escapó de dentro del mismo. Una luz que ilumino la tierra, como una lampara iluminaria una pequeña habitacion.

viernes, 23 de septiembre de 2011

"Tus lineas han sido escritas"

- Despierta... despierta - Resonaba una voz de ensueño dentro de la mente de Mark. - Levantate, preparate, y presta atencion. -
Sin embargo, el dormia como un bebe. Las voces fueron tomando fuerza, y se manifestaban como agudos dolores en su sien. Primero como si fuera una mosca parada en su cabeza, y luego fue tomando peso, hasta doler como si un elefante estuviera saltando en sus patillas. Concreto la accion al verse obligado a ponerse de pie. El dolor ceso. Abrio los ojos. Niebla, espesa, gruesa. Apenas dejaba ver un fondo aterradora e infinitamente negro.
- ¡Un sueño, un maldito sueño en este momento!- Penso Mark, pero aun se preguntaba porque no se sentia como tal. El control sobre su cuerpo y mente era absoluto, a pesar de la inevitable torpeza del recien levantado. En un reflejo instintivo viso el territorio a su alrededor, pero, seguia la niebla.
No sabia porque, pero corrio. Probablemente quisiera salir de ese sueño lo antes posible. Pero, era mas que un simple sueño... o pesadilla. Y, de aquello de lo que Mark queria escapar, no se huia tan facilmente. A decir franca y verdaderamente, no se huia jamas.
Se translado unas 4 o 5 zancadas con sus largas piernas antes de caer en el vacio. Aquel revelador vacio en el cual practicaba caida libre , no era tan terroroso como el creia. Su no tan vertiginosa caida no superaba la velocidad en la cual un hombre promedio se caia de su cama. La voz, nuevamente, azoto su cabeza.
- Ahora, presta atencion. Mi mensaje, una vez dicho no sera repetido, ni develado. Ni por mi, ni por usted, ni por nadie mas. Tus lineas han sido escritas, siguelas al pie de la letra. Tu tienes tu guion. Sigue lo que tu crees es correcto, pues nadie mas te ayudara, pero todos te seguiran. No dejes que las eventualidades te cambien. Lucha, pelea, y forma un caracter ferreo, pues lo necesitaras. Mi inmiscusion es indebida, pero necesaria. Lo que significa que nunca mas volvere a por ti. Arregla este desastre, y no le falles al destino, que nunca te ha fallado. -
La velocidad de la caida disminuyo hasta hacer del hombre una hoja cayendo en otoño. La voz se silencio. Mark aterrizo sobre la realidad, despues de caer desde ella.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Arrastrado por el destino.

Sus esperanzas yacian detras de aquella colina. Su mente divagaba y soñaba con lo que podria llegar a encontrar. Pero tambien jugaba con la idea de no encontrar nada.
El sol le daba de lleno en su cabeza. Debido a la sombra de su cuerpo pudo descifrar que era cerca de las 5 de la tarde, lo cual le resultaba extraño. Obviamente, el agujero eco en el que habia caido no era solo espacial, sino tambien temporal. Lo que dejaba el interrogante de el verdadero tiempo en el que se encontraba.
Empezo a pensar que las respuestas a tantas preguntas, y las soluciones a tantos problemas no podian esconderse detras de una simple, y ahora que lo veia con nuevos ojos, patetica y pequeña colina. Apenas aquel cachalote podia mantenerse alli arriba, sin caerse.
El sol le torturaba la cabeza. El calor se hacia cada vez mas abrasador. El aire era inrespirable por su temperatura. Le generaba una falta de oxigeno indescriptible, pero ni el, ni sus pulmones o piernas se rendian, y siguio su camino. Le tomo cerca de 15 minutos mas, a paso veloz, llegar a un extremo de la colina. Una irregularidad de la misma, le tapaba lo suficiente del sol como para sentarse, y deterse unos minutos. Le faltaban dar unos pasos, girar su cabeza y ver en donde habia estado guardando su esperanza de vida todo este tiempo
Una vez hubo recuperado aire, levantose y continuo, con un paso penoso esta vez. Apoyandose sobre la pared se las arreglo para llegar a destino.
Cayo de rodillas, una lagrima se le escapo de sus ojos, el pensamiento de una muerte lenta y tortuosa atormento su mente por unos segundos, al ver la nada misma detras de esa colina. Simplemente arena, y mas arena. Ahora, la luz del sol golpeaba su cabeza. Su mente dejo de pensar de inmediato, ahora solo podia controlar, a duras penas, sus torpes movimientos. Deseaba gritar, aullarle a la vida por una segunda chance, o solo para su propio desquite, pero su concentracion no daba ni siquiera a basto para eso. La viste se le nublo, pero siguio caminando un poco mas, ya sin destino alguno. A lo lejos, le parecio ver una brecha, como un tunel. Se limpio sus ojos. Miro de nuevo, fijamente., y consiguio distinguir un agujero negro.
La emocion colmo su cabeza, pero su cuerpo seguia sin responder. Solo podia ejecutar sus pasos lentos. La insolacion habia dañado su estado. Levanto una mano, intentando tocar el agujero, pese a la distancia que habia entre ellos. El proximo paso fallo. Su rodilla temblequeo, luego su pierna, y su cuerpo se desplomo sobre la arena.
Su cabeza quedo inmovil en el desierto, pero no por eso sus sentidos seguian sin funcionar. Asi es como pudo oir pasos, sentirse desplazado por la rasposa superficie, ver como entraba en el tunel, degustar aquel sabor a victoria afortunada, y saber que estaba siendo arrastrado por el destino.

martes, 30 de agosto de 2011

Horizontes interminables. Responsabilidades imposibles.

Si, Mark odiaba su antigua participación en la empresa. Le daba repulsión de solo pensarlo. Se sentía culpable de todos los males que ayudo a causar en el planeta tierra. Pero era estúpido decir que no le era útil ahora. Al menos, entendía como funcionaban estas fallas espacio-temporales. No tenia elementos para manejarlas, pero sabia algo. La única linea de tiempo dañada era la suya, por consiguiente las fallas, y los agujeros ecos, conducirían solo afuera de su tiempo original, o nuevamente al de el. En cierto modo, era un alivio. La única linea de tiempo completamente destruida y dañada era la de él, y las futuras. Su misión, seria encontrar las constantes de espacio tiempo correctas justo antes de que todo suceda, y sabotear la empresa. Por supuesto sonaba fácil, pero no lo era.
Mas complicado era cuando estaba varado en el medio del desierto contemplando una ballena morir arriba de una colina árida. Su cinturón estaba vació, su espalda solo cargaba el rifle Kalishnikov, dos cargadores amarrados a su pierna, maldiciones saliendo de su boca. Parecía que todo desembocaría en un desastre. Seguramente.
Otra falla, en cualquier lado, seria su salvación. Se quería rendir, sus rodillas temblaban, miraba al alrededor. Sin comida, aislado completamente, pero no podía rendirse. El mundo se habia echado a perder solo, pero de pensar que solo él podía salvarlo, las ganas volvían a su mente, y la fuerza a sus piernas. Sin rumbo ni dirección, se hecho a correr. Adelante de el estaba la colina, y la ballena. Atrás de ella, se depositaban todas las esperanzas del hombre en ver un horizonte prometedor.

jueves, 25 de agosto de 2011

Golpes de suerte y alegrías efímeras.

Todo pasó tan velozmente en su mente. Su vida, desde su infancia, su adolescencia, sus primeros estudios, la muerte de su padre, incluso la última etapa de su trabajo en la fábrica. Si no fuera por estas últimas 3 semanas catastróficas, sería una vida feliz. Las cosas malas, habían ocurrido por algo, las buenas, habían sido alegrías efímeras que habían condimentado su paso por ese mundo. Había vivido sin que nunca le faltase nada. Pero ahora, ya nada lo salvaría. No se le ocurría nada que podría pasar para que lo salvase. Pero un golpe de suerte, es capaz de mover montañas.

Su cabeza se golpeó contra el agua. El cuerpo inconsciente llego hasta la orilla de aquella milagrosa laguna. Luego de dos largas horas, su conocimiento volvió. Aunque su cabeza seguía estupefaciente, su cuerpo podía levantarse. Su boca expulsó restos del agua de aquel cauce. Todo daba vueltas. Se encontraba en un páramo desierto. A unos 400 metros veía una gran elevación de terreno. Pero a su alrededor, llanura. Arriba de la montaña, veía lo más bizarro que alguna vez pudo haber visto. Una ballena franca del sur, muerta, yacía allí. Los agujeros “eco” estaban empeorando.

Fue un gran error no haber visto aquella consecuencia. Como no pudieron ver el desgarro que estaban causando en el frágil equilibrio del espacio-tiempo. Cuando los científicos empezaron a mover cosas de los ejes a los que correspondían, estos empezaron a desalinearse. Pero nunca vieron al espacio tiempo como ejes constantes. Sino como una diversión, y una mina de oro. Al mover cosas de su verdadero origen, estaban causando un daño letal en la sociedad ya que los ejes, intentarían acoplar los elementos fuera de lugar, con su verdadera procedencia. Creando, de esta manera, un manejo independiente por parte de los mismos. Los agujeros eco, eran una especie de medicina que el destino intentaba usar para acoplar los elementos fuera de lugar. Pero, el equilibrio siempre fue delicado, y difícil de manejar, incluso para el mismísimo destino. Era incontrolable, todo enloqueció. Apariciones sin razones, desapariciones repentinas. Caos, locura, muerte y descontrol.

Ahora, Mark Eclaeif tenía una segunda oportunidad. Los agujeros causantes de todas las desgracias le habían salvado su vida. Agarraba su cabeza, incrédulo, y reía como un idiota. Al final de todo, el destino no se equivocó tanto como él creía. Ahora debía aprovechar la soga que le había lanzado.

lunes, 22 de agosto de 2011

Cayendo bajo, otra vez.

Reviviendo la adrenalina, el hombre corrió hasta el edificio en donde se encontraba. Subió los nueve pisos. Estaba harto de hacerlo una y otra vez, pero entendía que era necesario para su seguridad. Miro rutinariamente por la abertura. Dejo las bolsas de comida. Deposito el arco sobre la pared, aunque no lo dejaría allí por mucho tiempo.
Tenia la intención de volver a aquella condenada empresa científica. Quedaba alejada de su campamento, pero era lo único que ayudaría a resolver algo de este caos. Desde que empezaron a meterse con los ejes del espacio-tiempo sabia que algo debía salir mal. "Las cosas del destino que sean", le gustaba repetir. Ahora, mirando desde el futuro, el hombre se preguntaba que estaba antes en su mente para que creyera que debía formar parte de esa industria maldita. No era parte vital de la empresa, pero sin dudas, no se sentía enorgullecido de alentar ese tipo de trabajo.Pero el sueldo era bueno, las condiciones eran inmejorables, y poseía un estatus y una posición socialmente excelente. La idiotez de la codicia puede generar en un hombre tantas horribles intenciones.
Una explosion torturó los tímpanos del hombre. La otra mitad del edificio, aquella que estaba entera, y sin abertura voló por los aires. No pudo ver nada. Cuando el humo se disipo, el hombre había tropezado con el borde de la abertura del edificio, y empezado a caer desde el noveno piso. Boca arriba, pudo divisar un escuadrón de aviones de guerra, con el símbolo nazi a los costados. Giro, y boca abajo, el cemento inminente.

domingo, 21 de agosto de 2011

Caos

La flecha se deslizó suavemente por el arco, cuando la árida y áspera mano la soltó, casi acariciándola. La cuerda hizo un leve ruido cuando la expulsó. El proyectil disimulaba su vuelo con el casi melódico sonido, del aire cortándose. Cayendo suavemente por sobre aquella ciudad devastada, opaca y amarillenta, por la forma en la que el sol proyectaba su escasa luz, iba descendiendo desde el noveno y último piso del edificio en el que había sido liberado.


Luego del cuarto segundo en el que había sido liberada, la flecha se incrusto en el cráneo del hombre salvaje. No hubo sangre. Simplemente un golpe seco, la mitad de la flecha estaba atravesando su cabeza. Al instante el hombre primitivo cayó. Se escuchó, con un mínimo eco retumbante un impacto contra el suelo. Primero las rodillas, después su cuerpo y su cabeza se depositaron gentilmente en el polvo.


El lanzador del disparo casi etéreo miro, ya sin remordimientos, probablemente por haber pasado por esa experiencia múltiples veces, el cadáver del cavernícola tirado en el medio de la carretera. Todo era una amenaza. Todo lo era después de aquella accidentada semana. Tomo simplemente una semana para que la ciudad, el mundo, e incluso el universo estuviese completamente destruido. Aquella tarde de película había sido la más liviana de los últimos tiempos. El hombre no había aniquilado más que unas decenas de vidas.


El edificio se encontraba construido en una esquina de un barrio no muy comercial, casi residencial, lo que situaba al hombre por arriba de cualquier peligro que pudiera acercársele. El techo del extremo del edificio que se enfrentaba con el cruce de las calles, estaba totalmente destruido, dejándole un buen lugar de avistamiento de movimiento por debajo del hombre, pero también brindándole, en el otro extremo, un lugar de pura sombra, dándole un perfecto escondite. Estas fueron las principales razones por las cuales el hombre había decidido que era el lugar ideal para permanecer. Fuera de los peligros, pero preparado para enfrentarlos.


Era un experto en los disparos con arco y flecha. Solía cazar con su padre de joven. La cantidad de concentración y foco que debía canalizar era tarea fácil gracias a la práctica. Lo ayudo cuando tuvo que enfrentarse a los hunos, en un callejón pequeño, sin poder desperdiciar flechas. Claro, que el poseía otras armas además de la que le gustaba usar, pero esta era mucho más sigilosa, y evitaba problemas. El ruido era un lujo que no podía permitir.


Miro el atardecer macabro, irónicamente bello. Se dio media vuelta y se froto el cuello, intentando relajar la tensión de sus músculos. Apoyo suavemente el arco de poleas sobre la pared. Se desabrocho su cinturón que cargaba la bolsa de flechas, y saco su segunda bolsa de la espalda y las tiro, exhausto, sobre el suelo. Agotado sacose su vieja remera sin mangas, y la lanzo a unos metros del viejo colchón que le brindaba reposo todas las noches. El mismo, se encontraba a unos pasos de la abertura del techo, pero estaba cubierto totalmente por la sombra, la cual lo ayudaría a conciliar el sueño. Pero a la mañana siguiente, recibiría la luz del día a primera hora y despertaría a tiempo para hacer lo que le correspondiera, dependiendo de la circunstancia. Se abalanzo sobre su reposo, y finalmente obtuvo paz, al menos ese día.


Cuando finalmente, la preciada luz del día lo alcanzo, no logro despertarse completamente. Un aura de sopor lo envolvía aun. Recordaba los días de estudiante. Esa vez le volvió a la mente el golpear el despertador en el botón de repetición, nunca quería despertarse, y le hubiera encantado vivir en el mismo estado de ignorancia y vagancia, en el que se encontraba actualmente, por el resto de su vida. Ponerse la ropa del colegio era repugnante. Odiaba la secundaria, pasaba sus días estudiando, cuando realmente deseaba hacer más. Estaba sediento de aventura, pero cuando está realmente lo golpeo, tenía 28 años, y no la quería ni siquiera un poco, no al menos de esta forma.


Ese día tocaba buscar provisiones. Las últimas latas de atún, y los conservados se acabarían con el rápido desayuno que tomaría. El sol lo mantenía lo tibio en su cama, no quería levantarse, y menos para enfrentar a múltiples amenazas que andaban libres por las calles. Se sacó la sabana de encima con las manos, y la revoleó mas lejos con sus pies. Se limpió sus ojos, que no podían terminar de abrirse, y se desperezo. Le causaba mucha gracia y satisfacción su ritual de desperezamiento. No creía poder levantarse y vivir otro día, sin realizarlo.


Se sentó en el colchón. Busco la remera más cercana. Poseía patrones de camuflaje, pero no dejaba de ser una remera informal de típico uso. Le quedaba ajustada, ya que no era de él. El hombre media alrededor de 1,85 metros, y tenía una buena contextura y estado físico. Su cabeza estaba rapada, y tenía facciones caucásicas. En una sociedad humana, pasaría desapercibido. Pero el contexto de ese tiempo en particular, lo dejaba en un lugar especial en cuanto a estética.


Puestas su remera, su pantalón deportivo negro, y las botas de batalla, desayuno finalmente, pero no sin antes observar atentamente por la abertura del edificio buscando movimiento. Nada a la vista. Tranquilamente ingirió su comida sentado con sus piernas cruzadas.


Se levantó y lanzo sus desperdicios al lavadero del baño. Estaba repleta de otras porquerías que debía limpiar. Camino unos pasos, y abrió un par de puertas que daban a un guardador. Era su armería personal. Luego de la crisis lo principal era armarse. Con a las armas de su casa, las de una comisaria cercana, y las que encontró en diferentes trifulcas y batallas, se armó lo suficiente como para enfrentar diversos peligros.


Normalmente, para una salida rutinaria, como aprovisionarse, tomaría un rifle, y dos pistolas, y por supuesto, el arco de poleas. En cualquier salida, el hombre evita cualquier tipo de enfrentamiento, por eso también llevaba el aparatoso arco consigo. La usual superación en número, y el miedo a saber a qué se enfrentaría le daban razones válidas para hacerlo. Este día, no fuera de lo común, tomo su par de revolvers S&W Magnum .357, y el rifle Kalashnikov. Se adjuntó el rifle y las bolsas de proyectiles al hombro, las armas de mano a la cintura, y tomo el arco en la mano. Se froto la nuca, como si saliera vencido, y se aventuró a las calles.


Bajo las escaleras, puesto que el ascensor estaba roto hace ya unas semanas. Los 9 pisos de escalera siempre reavivaban sus músculos. Llego a la planta baja. La puerta de la escalera, daba directamente contra el gran lobby del edificio. Probablemente haya sido un edificio de reuniones y oficinas. El gran hall estaba decorado en exceso. Era muy elegante, y con estilos barrocos en algunos detalles. Claro, ahora mucho ya no se notaba.


Había 3 salidas. La puerta giratoria, ubicada en el centro de la pared, que daba a la salida, y a sus lados dos puertas comunes. El hombre siempre elegía la puerta de la derecha. Salía, casi directamente, a la esquina. Miro a los lados, y, discretamente y agachado se dirigió al callejón de la calle de enfrente. El callejón estaba limitado por un gran paredón de ladrillos, pero del otro lado, por una frágil cerca de madera. Al final había un alambrado de aproximadamente dos metros. Volvió a treparlo como siempre, cayendo nuevamente sobre el gran contenedor de basura del otro lado. Su sigilo era perfecto debido a las veces que lo había practicado. No se escuchó ningún ruido cuando sus pies descendieron lentamente sobre el metal del contenedor.




Desde el contenedor le era accesible el salto hacia el paredón. Logro mantenerse con sus codos apoyados. A pura fuerza de brazos se posiciono con la mitad superior de su cuerpo sobre la gran pared. Luego subió las piernas. Agachado, corrió unos 3 metros y salto a la izquierda. Aterrizo sobre el techo del garaje de un chalet familiar. Se sentó sobre el final del mismo, y cayó sobre el Torino de la familia Wilver. Los vidrios estaban rotos, y el casco lleno de balas. Miro a sus alrededores. No vio nada.


Se dirigía a un supermercado, del cual se había estado abasteciendo las últimas 3 semanas. Había tenido que pelear algunas veces por las provisiones. Aquellos que supieran que eso era un supermercado, irían a buscar allí más comida. El almacén se encontraba unas 2 cuadras a la izquierda de donde se encontraba ahora. Bajo del Torino, y chequeo nuevamente por movimiento. Nada. Siguió corriendo con la cabeza gacha, hasta llegar a la esquina. Tomo una de sus flechas y con ella tenso la cuerda del arco. Lo hacía para tener un tiro listo, por cualquier problema que podría surgir.


Desierto. Desierto a la izquierda, a la derecha, adelante y atrás. Incluso en el cielo no volaba un solo pájaro. Cruzo la calle en un abrir y cerrar de ojos. Lo mismo hizo con la calle siguiente. El local se encontraba en la próxima calle, girando a la izquierda. Era un almacén grande, pero no llegaba a ser un hipermercado. Ningún problema al entrar. Tomo el tercer camino, entre góndola y góndola, después de saltar la caja registradora en el medio. Tomo lo suficiente como para unas 2 semanas y media. De camino decidió comer un turrón, para engañar a su estómago que rogaba comida.